Las pantallas, ¿las grandes villanas del siglo XXI?

Vivimos en una era digital. Las pantallas están en todas partes: celulares, tablets, televisores, computadores... y muchas veces, también en manos de los más pequeños.

Esto ha generado una gran preocupación en padres, cuidadores y profesionales: ¿estamos dañando el desarrollo de nuestros hijos con tanta exposición a las pantallas?

Lo que dicen los expertos

Numerosos estudios han demostrado que la exposición excesiva a pantallas durante los primeros años de vida puede afectar el desarrollo del lenguaje, la concentración, el sueño y las habilidades sociales. La Organización Mundial de la Salud recomienda evitar el uso de pantallas en niños menores de 2 años y limitarlo en niños más grandes.

Pero más allá de las cifras y las reglas, es importante entender por qué.

El cerebro en los primeros años

Durante los primeros años de vida, el cerebro de un niño se desarrolla a una velocidad impresionante. Cada experiencia, cada interacción, cada movimiento y cada juego contribuyen a formar conexiones neuronales fundamentales para su desarrollo futuro. Las pantallas, aunque puedan parecer inofensivas (e incluso educativas), no pueden reemplazar la riqueza del juego real, el contacto humano y la exploración del entorno.

¿Significa esto que debemos eliminar las pantallas por completo?

No necesariamente. El problema no es la pantalla en sí, sino el uso que hacemos de ella. Una videollamada con los abuelos, un momento compartido viendo un cuento animado, o incluso una app con actividades guiadas por un adulto pueden ser valiosas si se utilizan de forma consciente, moderada y acompañada.

Además, entendemos que es una herramienta que nos puede sacar de apuros o darnos 10 minutos de respiro. La clave está en usarlo responsablemente y no recurrir a esta 24/7. Los expertos recomiendan programas que no sean sobre estimulantes, con muchos colores, sonidos o cambios de escena rápidos. También evitar utilizarlos mientras comen o sin supervisión adulta. 

El juego sigue siendo la clave

Para un desarrollo saludable, los niños necesitan moverse, tocar, probar, crear y jugar. Es en el juego libre, en la interacción con objetos reales y en el vínculo con los adultos donde se da el aprendizaje más significativo. Las pantallas no deberían ser la solución fácil al aburrimiento o al llanto, sino una herramienta más, usada con criterio.

Las pantallas no tienen por qué ser las grandes villanas, si aprendemos a darles el lugar que merecen. El verdadero protagonista del desarrollo infantil sigue siendo el juego, el amor y el tiempo compartido.

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