No lo digo yo, lo dice la ciencia: no se puede malcriar un niño con mucha atención o cariño.
Todo lo contrario, cuando un bebé se siente seguro en su relación con sus padres, se sentirá seguro en su relación con el mundo. Nosotros somos su primer acercamiento a cómo funciona todo. A través de nosotros aprenden empatía, cómo funcionan las relaciones socio-afectivas, cómo deben comportarse y cultivan su autoestima.
Un niño que se siente seguro es más probable que:
- Maneje mejor breves separaciones de sus padres.
- Explore sus alrededores con más confianza y experimentación.
- Se adapte a nuevas situaciones y personas más fácilmente.
- Enfrente desafíos con más persistencia y placer, llevándolo a dominar nuevas habilidades.
- Maneje mejor sus emociones y estrés.
- Muestre mayor resiliencia frente a obstáculos.
- Tenga mejor capacidad de formar relaciones cercanas y largas.
Ahora, ¿cómo formamos un vínculo fuerte?
Requiere un esfuerzo conciente de parte de los padres: debemos estar atentos a sus necesidades, ser confiables y cariñosos.
Debemos responder a sus llantos (lloran por necesidad, no por manipular) y reconfortarlo con nuestro olor, tacto y voz. No se puede malcriar, así que cárgalo, quiérelo, cálmalo. Aprende a conocerlo, a reconocer sus señales y cumplir sus necesidades antes. Hablale, cantale y leele, juega con el. Dale mucha atención física. Guíalo con cariño, no saben lo que está bien o mal. Entrégale confianza, cuando quiera cariño, dáselo. No uses tanto el celular cerca de él, aprovecha de conectar y desconéctate.
Eso si, hay que tener expectativas razonables. No vamos a poder cargarlos siempre o responder a todos sus llamados. Pero siempre que estemos ahí para ellos, los apoyemos y les demos cariño, van a florecer.
Y a ti, ¿te han dicho esto alguna vez? ¡Los leo!